La cultura de Japón relaciona a las grullas con la buena suerte y longevidad. Por eso una antigua leyenda japonesa cuenta que quien consiga hacer mil grullas de origami conseguirá ver cumplido su más grande deseo.
Esta leyenda, tan vieja como el tiempo, revivió en la mitad del siglo XX y fue Sadako Sasaki, una niña japonesa quien se encargó de hacerlo. Sadako tenía dos años cuando estalló la bomba de Hiroshima, ciudad en la que vivía, donde, solo en el año de la masacre, 1945, murieron más de 140.000 personas por el estallido o sus consecuencias posteriores.
También a Sadako le afectaron las radiaciones y nueve años más tarde le diagnosticaron leucemia; en su lucha contra la enfermedad decidió crear mil grullas para curarse de su enfermedad, pero no pudo conseguir su propósito y murió en 1955 después de haber plegado 644 grullas. Sus amigos prosiguieron la simbólica tarea de completar las mil grullas con la esperanza de que se acabaran las guerras en el futuro.
El parque de la paz de Hiroshima recuerda a Sadako y a sus amigos con esculturas donde puede leerse: Éste es nuestro grito, ésta es nuestra plegaria; paz en el mundo.
El 6 de agosto de cada año, Día de la Paz, llegan miles de grullas de papel a Hiroshima, desde los puntos más alejados del planeta. Los niños de la ciudad cuelgan las grullas en el monumento de Sadako, con la esperanza de transmitir este mensaje a todo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario